Orgullo Provida: comunista, ateo, homosexual y antiabortista
julio 12, 2010
Pier Paolo Pasolini no fue ni derechista, ni católico ni respetuoso con la moral burguesa y el estilo de vida convencional. Pero 35 años después de morir es el enemigo más duro del aborto.
A diferencia de la vulgaridad primitiva o chabacana que nos rodea, Pier Paolo Pasolini fue un testigo exquisito e incómodo del siglo XX. No hace mucho lo citamos aquí mismo, y dos lectores cualificados me han recordado que, entre otras herejías, Pasolini fue enemigo del aborto cuando la extrema izquierda –su área de referencia, aunque con todos los ricos matices de semejante personalidad- lo planteó en Italia. Sus argumentos valen hoy ciertamente para la parte intelectualmente viva de la izquierda española, y también para la parte de la derecha que no se rinda a los mismos complejos que –en vida de Pasolini– ahogaron al tibio centro, valga la reiteración.
Hace unos meses Jon Juaristi mencionó el asunto en ABC de manera brillante: «[Pasolini] se opuso en su día a la legalización del aborto, no por motivos religiosos, sino por su intuición, muy acertada, de que dicha medida relativizaría el carácter sagrado de la vida humana, sometiendo la definición de lo humano a convenciones culturales, cuando, precisamente, el gran logro de la civilización europea —según Pasolini, una civilización paradójicamente campesina— había consistido en liberar a lo humano de las constricciones de la cultura, situándolo en el origen de ésta«.
En sus Escritos corsarios Pasolini es contundente a la vez que sorprendente: «Estoy traumatizado con la legalización del aborto porque, como muchos, la considero como una legalización del homicidio. En sueños, y en el comportamiento de todos los días -como les pasa a todos los hombres- vivo mi feliz inmersión en las aguas maternas: sé que existía allí…». Para él –no un reaccionario, no un pío devoto, pero sí un hombre capaz de pensar con su cabeza para incomodidad de los partidos de ambos lados- el aborto legalizado se convierte automáticamente en método anticonceptivo y, por consiguiente, en anclaje de la vida sexual a la sociedad de consumo. También en eso, «la falsa liberación del bienestar ha creado una situación igual y quizá más insana que en tiempos de la pobreza» .
«El contexto en que hay que considerar el problema del aborto es mucho más amplio y va mucho más allá de la ideología de los partidos… El contexto en el que hay que integrar el aborto es precisamente el ecológico: la tragedia demográfica es la que, en un horizonte ecológico, se presenta como la más grave amenaza para la supervivencia de la humanidad… Los convencionalismos y los periodistas imbéciles siguen enterneciéndose con la ´parejita´ -como abominablemente la llaman-, sin darse cuenta de que se trata de un pequeño pacto criminal… antes todo hijo que nacía era bendito por ser garantía de vida; por el contrario, todo hijo que nace hoy es una contribución a la autodestrucción de la humanidad y por lo tanto es maldito… un nuevo poder falsamente tolerante… ha relanzado a gran escala a la pareja, otorgándole todos los privilegios y derechos por su conformismo. Pero a dicho poder no le interesa una pareja creadora de prole (proletaria) sino una pareja consumidora (pequeñoburguesa)… No me consta que los abortistas, en relación con el problema del aborto, hayan puesto en discusión todo esto (…) Los extremistas a ultranza del aborto… hablan del aborto como refiriéndose a una tragedia femenina, en la que la mujer está sola con su terrible problema, como si en ese momento el mundo la hubiera abandonado. Comprendo. Pero podría añadirse que cuando la mujer estaba en la cama no estaba sola…»
«Para el varón [progre] el aborto ha adquirido un significado simbólico de liberación… Viene a ser un bellísimo y gratificante regalo… De ahí todo ese odio contra el que recuerde que un embarazo no deseado puede ser, si no culpable, al menos culposo… ¿Qué permite la sociedad ´tolerante´? Permite la proliferación de la pareja heterosexual… [sólo] en función del hedonismo consumista… lo que acentúa hasta el límite extremo el momento social del coito. Imponiendo además su obligación: el que no está emparejado no es un hombre moderno… Impone también una precocidad neurotizante. Niños y niñas apenas en la pubertad… tienen una experiencia del sexo que les quita toda tensión en el mismo campo sexual y toda capacidad, en el resto de los campos, de sublimación… Como pollitos de criadero…han absorbido en seguida la nueva ideología irreligiosa y antisentimental del poder: tal es la fuerza de atracción y de convicción de la nueva calidad de vida que promete el poder… Como pollitos de criadero, … han aceptado por ende el nuevo carácter sagrado de la mercancía y de su consumo… (…). Decir que la vida no es sagrada, y que el sentimiento es estúpido, es hacerles un inmenso favor a los productores«.
¿Cuál era su propuesta? «El fondo de mi enseñanza consistirá en convencerte de no temer lo sagrado y los sentimientos, de los que el laicismo consumista ha privado a los hombres, transformándolos en feos y estúpidos robots, adoradores de fetiches«.
Una lección para todos
«Debido a mi sentimiento profundo de hierofanía, del carácter sagrado de todas las cosas –una cierta visión gnóstica que tengo del mundo- me repugna ver destruido el orden principal de la vida«. No hay en Pasolini cálculo electoral, ni el de los votos progres que se ganarán ni el de los que se pueden conservar nadando entre dos aguas: el aborto es un mal en sí mismo, de consecuencias lucrativas a corto plazo para una casta privilegiada –la que lo promueve o la que después lo tolera- y espantosas para todos a largo plazo. Lo que necesitamos es una generación de políticos que no piense en 2011 y 2012, sino en 2050, cuando los niños no nacidos hoy tendrían que dirigir el país, si es que éste existe entonces. Alguien debe explicárselo tanto a Celia Villalobos como a José Bono, a quien los nombra para sus cargos y a quien los adula cuando los tienen.
¿Esclavitud? La vida humana vuelve a ser un bien de mercado
La clave no es que haya o no «demanda social». Lo importante no es el debate entre papagayos leguleyos sobre si liquidar un feto es o no «derecho» y cómo. Lo grave no es que Zapatero haya usado esto para encubrir una crisis que negó y de cuya gravedad es culpable. De hecho, por terrible que sea la crisis y por rentable que pueda ser en las urnas para la oposición, la razón la tiene el ateo, marxista y libertino Pasolini: el aborto en nuestro siglo es una consecuencia de la deshumanización individualista y consumista del hombre, niega nuestra humanidad, convierte ésta en algo relativo o en un bien de mercado. Su gravedad no es inferior a nada y no es matizable. Permitir un solo aborto hoy puede colocarnos a cualquiera, mañana, en la lista de vidas despreciables, no humanas y por tanto suprimibles. No dudemos que el placer miope, la riqueza, los beneficios empresariales, las nuevas y viejas libertades burguesas y las victorias electorales son infinitamente menos importantes que una sola vida humana triturada.
Los mezquinos que dudan o matizan son simple basura moral. Como también lo es negar el sentido religioso –mejor dicho, sagrado- de la defensa de la vida del indefenso. Incluso para un comunista como Pasolini no se trataba de una cuestión de ideas, de conveniencia política o de moda, sino de algo sacro que se rompe y se sacrifica en el altar de un sistema corrupto, que llama democracia a lo que podría no ser más que el negocio de unos pocos, el privilegio de una casta y la compra –llamando libertad al consumismo y originalidad al adoctrinamiento- de la mayoría. Incluyendo, ay, también a los que se oponen con altas palabras pero bajos cálculos.
Señores políticos, hagan ustedes que les creamos, no sean así. Comprométanse ustedes no sólo a votar contra esta ley homicida, sino a derogarla cuando puedan –lo que precisamente jamás hicieron los muy píos centristas italianos, como había previsto Pasolini– y a hacer lo mismo con la de 1985. Una España sin aborto será una España más libre. Una España con aborto es una España que forja sus propias cadenas.
Pascual Tamburri
El Semanal Digital (Ruta Norte), 6 de julio de 2010
Fuente: http://elsemanaldigital.com/blog.asp?idarticulo=108202&cod_aut=
LOS CRITERIOS EDUCATIVOS SOCIALISTAS
junio 14, 2010
«En la concepción socialista no se acepta el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones; comprenderán por tanto el por qué no puede realizarse un pacto de Estado sobre Educación»
Educar es tener una idea precisa del modelo de persona que se persigue; es decir, enseñar a que se tenga muy claro qué merece el empleo de nuestro esfuerzo y de nuestra vida y qué no lo merece; qué es sustancial y qué accidental, y por tanto opinable; si apostamos por la verdad, la honradez y el respeto a los demás, o si lo hacemos por el dinero, el éxito, el placer o el poder. Educar es enseñar el significado de la vida, el por qué y para qué vivir, lo que propicia el desarrollo de la persona.
El estudio capacita y prepara para la vida. Para ello los centros de enseñanza deben ser eso, centros de enseñanza que saben exigir y no garajes para chicos. Objetivo de la enseñanza es la educación académica, impartiendo unos conocimientos que transmiten a los alumnos los elementos básicos de la cultura, pero formándoles también para que sepan asumir sus deberes morales, pues la formación del carácter es aún más importante que la transmisión de unos conocimientos, ayudándoles a que encuentren estímulos y motivación, en especial en lo referente al estudio y trabajo, para que así puedan tener una categoría personal y ejercer sus derechos sabiendo respetar los de los demás. No nos olvidemos que el mundo se cambia por las ideas, porque son éstas las que guían la acción, aunque está claro que el primer paso para mejorar el mundo es la mejora de nosotros mismos.
El primer deber de los alumnos es estudiar. No se adquieren conocimientos sin esfuerzo y el trabajo es una pieza indispensable en la formación personal e integral de los adolescentes. Es indudable que una enseñanza que se precie es una enseñanza en valores, debiendo creyentes y no creyentes encontrar un campo común en la Declaración de los Derechos Humanos, de los que nuestra Constitución afirma que es a su luz como hay que interpretar la propia Constitución y nuestros derechos y libertades. Y uno de estos derechos humanos y constitucionales es el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus propias convicciones religiosas y morales.
Ahora bien, ¿cuál es la concepción socialista sobre la educación? Para los socialistas, la escuela debe ser única, pública y laica. Lo de única y pública no es muy compatible con la libertad de enseñanza, que también es derecho constitucional. Lo de laica va entendida en sentido laicista, porque todos tienen que pasar por el aro de un adoctrinamiento en el que no se hacen referencias a valores como bien, mal o verdad, y por supuesto a Dios. No existe una moral objetiva superior a las normas jurídicas. Zapatero nos dice en una entrevista publicada en febrero del 2006: «La idea de una ley natural por encima de las leyes que se dan los hombres es una reliquia ideológica frente a la realidad social y a lo que ha sido su evolución. Una idea respetable, pero que no deja de ser un vestigio del pasado». Incluso los derechos humanos tienen como únicos fundamentos el relativismo y el positivismo jurídico, creándose un nuevo grupo de derechos humanos y así se explica que el aborto pueda ser un derecho, que el matrimonio sea algo solucionable gracias al divorcio Express, que dé lo mismo el matrimonio homosexual que el heterosexual, que la pederastia sea admisible a partir de los trece años y que se enseñe a los menores de esa edad a masturbarse y acostarse juntos ellos con ellos y ellas y viceversa, porque para eso está la ideología de género (artículos 5 y 8 de la Ley del Aborto). Se trata que sea el Estado y no los padres los encargados de la formación moral de los niños en la línea del pensamiento único y lo políticamente correcto, tachando de no objetiva, intolerante y discriminatoria la enseñanza inspirada en valores cristianos.
Comprenderán ustedes que en la concepción socialista no se acepta el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus convicciones, y por tanto el por qué no puede realizarse un pacto de Estado sobre Educación.
02.06.10 – PEDRO TREVIJANO | EDUCADOR Y SACERDOTE
Fuente: http://www.larioja.com/v/20100602/opinion/criterios-educativos-socialistas-20100602.html
Hombre y Mujer: Somos diferentes (II)
May 31, 2010
Cerebro y diferencias sexuales mujer-varón (Parte II)
¿HAY BASES CIENTÍFICAS PARA BUSCAR DIFERENCIAS CEREBRALES ENTRE LA MUJER Y EL VARÓN?
En un artículo ya clásico sobre las diferencias sexuales en la organización cerebral, que apareció en un número monográfico dedicado al estudio del cerebro por la revista de divulgación científica Scientific American, y en la traducción posterior de su edición española publicado en la revista Investigación y Ciencia, la profesora Doreen Kimura, de la Universidad de Western Ontario en Canadá, terminaba su trabajo diciendo que, con referencia a la organización cerebral en las mujeres y en los varones, «el hallazgo de diferencias de origen sexual coherentes y, en algunos casos, muy sustanciales, sugiere que hombres y mujeres pueden tener distintos intereses y capacidades ocupacionales, con independencia de las influencias de la sociedad. Por ejemplo, yo no esperaría que hombres y mujeres hubieran de estar necesariamente representados de forma paritaria en actividades o profesiones que resaltan las habilidades espaciales o matemáticas, como la ingeniería o la física, y sí podría esperar que participaran más mujeres en los campos del diagnóstico médico, donde reviste suma importancia la fineza perceptiva. Así, aunque cualquier individuo dado pueda tener la capacidad de situarse en un campo «atípico», las proporciones de uno y otro sexo, en conjunto, admiten variación» (Kimura, 1992).
Llama la atención la claridad con que muchos de los principales neurocientíficos que han analizado las diferencias sexuales en el sistema nervioso central resaltan la existencia, de hecho, de estas distinciones. Y ello ha ayudado enormemente a ver estas diferencias en un contexto de complementariedad entre los sexos más que en una lucha antagónica entre ellos o en reivindicaciones culturales no superadas.
Hay que reconocer que tales investigaciones no han estado exentas de polémica, por sus amplias implicaciones humanas y sociales; aunque también es verdad que nunca se tomaron seriamente las ideas de superioridad de un cerebro masculino sobre otro femenino, o incluso de igualdad plena y llana, de forma especial con la llegada de la neurociencia como disciplina enteramente multidisciplinar. El ejemplo que señalaba Nolte en el año 2002, resulta muy significativo (Nolte, 2002). Relata este autor que la idea de que el cerebro femenino era más pequeño – y por lo tanto, estaba dotado de un menor número de neuronas y de células de la glía-, lo que llevaría a que las mujeres tuvieran una menor capacidad cerebral, nunca se tuvo en cuenta de manera seria. Esto es verdad en términos estadísticos, pero también lo es -sensu contrario- que las mujeres tienden a perder menos neuronas a lo largo de su vida, y que, funcionalmente, pueden realizar tareas cognitivas con mayor habilidad que los varones, especialmente aquellas que requieren un entorno emocional o afectivo (Nolte, 2002).
En concreto, también hoy sabemos muy a fondo que, entre otras, existen variaciones notables cuando se estudian las habilidades motoras, verbales o espaciales en mujeres o en varones. Por ejemplo, las mujeres realizan mejor aquellas tareas que exigen coordinación de movimientos, tienen una mayor fluidez verbal y capacidad de deletrear, y memorizan las listas de palabras con una eficacia superior. En cambio, responden peor a las pruebas motoras que precisan buena puntería o, cuando se explora la capacidad espacial, tienen más problemas de orientación, percepción o visualización del entorno. Además las mujeres usan distintas regiones del cerebro para procesar y almacenar la memoria a largo plazo. Asimismo, recientemente se han detectado importantes diferencias sexuales en la elaboración de la información por el complejo amigdalino, estructura del cerebro muy implicada en la integración de las emociones. (Cahill, 2006).
Larry Cahill, es una de las autoridades más reconocidas en el estudio cerebral de las diferencias sexuales mujer-varón. Profesor del Departamento de Neurobiología y Conducta de la prestigiosa Universidad de California en Irvine, son ya clásicos sus estudios de neuroimagen demostrando que mujeres y varones usan diferentes regiones del cerebro para procesar y almacenar la memoria a largo plazo, o que un fármaco, el propranolol, interfiere con esta facultad de manera diferenciada en cada sexo. En definitiva, sus investigaciones han contribuido poderosamente a otorgar el relieve correspondiente a tales desigualdades para aplicarlas en campos decisivos como la pedagogía o la sociología; o, también, en el tratamiento de diversas enfermedades (Cahill, 2006; Giménez Amaya, 2006).
Con todos estos datos a la vista, además conviene señalar que en los últimos años el debate neurocientífico se dirige por otros caminos. En la actualidad, un nutrido grupo de investigadores cerebrales buscan con tesón diferencias estructurales, bioquímicas o funcionales en distintas partes del sistema nervioso con el fin de aclarar en profundidad, por ejemplo, la causa de que algunas patologías puedan presentar una marcada preferencia por uno de los sexos, como es el caso de la depresión o el síndrome del colon irritable, dos procesos de aparición más frecuente en la mujer que en el varón.
En un ya clásico artículo del profesor Cahill publicado en la prestigiosa revista Nature Reviews Neuroscience de junio de 2006, se señalaban algunos conceptos erróneos utilizados al analizar la neurobiología de las diferencias sexuales desde la perspectiva neurocientífica. Se dice que éstas son pequeñas y poco fiables, y que las desigualdades que se ven entre los sexos representan casos extremos, nunca una regla general. Además, se índica que las desigualdades existentes dentro de un mismo sexo son mayores que las que separan a la mujer del varón. También se ha sugerido que las diferencias quedarían explicadas en su integridad por la acción de las hormonas sexuales, especialmente los estrógenos. Finalmente, se entiende que si una determinada conducta es equivalente en los dos sexos, los mecanismos nerviosos implicados en su producción y organización deben ser idénticos.
Cahill afirma no tener confirmación científica de muchas de estas hipótesis y, además, indica que los resultados que se van obteniendo gracias a los estudios aportados por la neurociencia cognitiva, apoyan más bien la idea de que las diferencias son mucho más complejas y rehuyen todo análisis simplista sobre una teórica «igualdad cerebral de género».
Por lo tanto, pensamos que la respuesta a la pregunta que se enunciaba al comienzo de este apartado es afirmativa.
CONCLUSIONES
Los estudios neurocientíficos están dejando cada vez más claro que la diferencia entre la mujer y el varón no sólo es manifiesta en los atributos físicos y en su función reproductora, sino que también aparece, por ejemplo, en la manera como los dos sexos resuelven problemas de índole cognitiva o establecen patrones de comunicación a través del lenguaje. Brevemente, se puede decir que el dimorfismo sexual ha podido demostrarse en el ser humano por múltiples parámetros anatómicos, fisiológicos y psicológicos, y este dimorfismo está moldeado por influencias internas (genéticas y endocrinas) y externas (psicosociales y ambientales) (Harasty et al., 1997). También es importante señalar que, aunque durante los últimos años se ha insistido en que estas diferencias entre las capacidades cognitivas de la mujer y del varón son pequeñas, la realidad parece indicar que las hormonas sexuales condicionan la organización del sistema nervioso central desde los primeros estadios del desarrollo del individuo. De todos modos, aunque todo indica que esta disparidad de partida existe, todavía no se han conseguido evaluar con absoluta precisión los efectos que tienen, por ejemplo, la experiencia y el entorno externo sobre el desarrollo del cerebro de la mujer y del varón.
Pero también debemos señalar que nos enfrentamos a un asunto que plantea muchos más interrogantes de los que parecía en un primer análisis superficial. Además de las implicaciones patológicas, pedagógicas, laborales o sociales de estas investigaciones, se podría decir, con palabras de un estudio de la sección médica de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos, que «(…) el sexo importa. Importa desde perspectivas que no esperábamos. Y, sin duda, importará de manera que todavía no somos capaces de imaginar». En mi opinión, las diferencias sexuales en el cerebro destacan de forma muy sugerente el aspecto complementario que está presente en el designio vivencial de la mujer y del varón en nuestra sociedad.
José Manuel Giménez Amaya
Doctor en Medicina y Cirugía.
Catedrático de Anatomía y Embriología de la Universidad Autónoma de Madrid.
(Artículo editado) Fuente: http://www.esposiblelaesperanza.com/index.php option=com_content&view=article&id=1663:cerebro-y-diferencias-sexuales-mujer-varon-j-manuel-gimenez-amaya&catid=136:16-masculinidad–feminidad&Itemid=63